La historia de los antepasados de los hipopótamos tiene detalles que se leen como algo increíble, pero la ciencia se ha encargado de corroborarlo y explicarlo ampliamente. Nadie podría pensar que los cetáceos y los hipopótamos tuvieran algún tipo de relación, pero la verdad es que están más enlazados de lo que creemos.
Ambas especies de hipopótamos pertenecen al orden Artiodactyla y a la familia Hippopotamidae, pero pertenecen a géneros distintos donde el del pigmeo se denomina Choeropsis y el del común se conoce como Hippopotamus.
Su apariencia nos recuerda a tapires o cerdos, pero como mencionamos al inicio ¿podrías creer que se relacionan estrechamente con los cetáceos? Sí, con mamíferos acuáticos. Se separaron de ellos hace 55 millones de años aproximadamente y el clado Cetartiodactyla, una palabra compuesta que está formada por Cetacea y Artiodactyla es el que une a las ballenas y delfines con los seres ungulados artiodáctilos.
No hace muchos años atrás se creía que estaban estrechamente emparentados con los cerdos y pecaríes, principalmente por la forma de su cuerpo redondeado, cabeza y pies similares, así como por sus hábitos de alimentación; pero esas suposiciones ya fueron descartadas.
Se dice que las ballenas evolucionaron a partir de seres artiodáctilos que vivían en tierra y que por cuestiones de adaptación y supervivencia fueron desarrollando características anatómicas cada vez más adecuadas al medio acuático. No en todos ocurrió tal hecho, ya que algunos sí pudieron lograr sobrevivir en ecosistemas terrestres. Específicamente el clado que mantiene esa unión entre hipopótamos y cetáceos se denomina Whippomorpha.
Los hipopótamos se separaron de los cetáceos hace 55 millones de años.
Aunque tal afirmación resulte increíble y externamente no se parezcan en absoluto a los cetáceos, los científicos lo han corroborado por medio de rigurosos análisis genéticos, los cuales siempre sacan a la luz esos detalles recónditos de la fauna prehistórica que pobló la tierra y que hoy mantienen una pequeña parte “viva” dentro de los seres que actualmente conocemos.
Indohyus y Pakicetus fueron ancestros terrestres con cuatro patas, orejas, colas largas y pelaje abundante, donde Indohyus era similar a una rata de gran tamaño y Pakicetus tenía el cuerpo de un lobo. Ambulocetus conservaba la cola larga pero comenzaba a modificar sus pies para tener una vida semiacuática. Kutchicetus poseía una cola muy larga, sus pies fueron encogiendo hasta quedar casi sin piernas, y el hocico se fue alargando al igual que el cuerpo. Dorudon ya tenía más el aspecto de una ballena, pero aún conservaba vestigios de pies traseros. Las delanteras ya habían adquirido forma de aleta. Los hipopótamos no tuvieron relación con estos últimos ejemplares evolucionados, pero sí con los iniciales.
Kenyapotamus es el nombre de posibles ancestros del hipopótamo cuyos restos fueron encontrados en lo que hoy forma parte de Kenia, África y datan de hace 16 millones de años.
Anthracotherium fue un género de artiodáctilo ungulado que se distribuyó por Eurasia y que se extinguió a finales del período Oligoceno. Las reconstrucciones digitales hechas a partir de sus escasos restos fósiles hallados del Anthracotherium magnum, nos indican que eran físicamente muy parecidos a los hipopótamos pigmeos actuales, pero que variaban en tamaño y en distribución geográfica.
Entre las ballenas y los hipopótamos es evidente la falta de parecido físico y sobre todo, la colosal diferencia entre el tipo de ecosistema en el que cada uno se adaptó para vivir; sin embargo, los científicos encontraron similitudes en partes muy específicas de su anatomía, lo que forma el eslabón que los une como parientes.